En los primeros años de vida, los padres son una parte indispensable de la vida de un niño. Desgraciadamente, sin embargo, ya en la infancia suelen producirse situaciones que repercuten muy negativamente en la posterior relación entre padres e hijos. Ser educado de forma muy estricta y a veces sufrir castigos corporales puede hacer que los niños no quieran saber nada de sus padres. En estos casos, no se puede culpar al niño, pero hay que respetar su decisión. La razón más común para que los hijos adultos se nieguen a relacionarse con sus padres es la ruptura familiar. Los niños de familias rotas no suelen sufrir traumas hasta la edad adulta, y a menudo recuerdan situaciones en las que sus padres discutían sobre qué día tener al niño, o qué chistes les contaban sus padres.
En estos casos, el niño suele ser la última persona de la lista para los padres y el niño lo siente así. Cuando los hijos se independizan, la relación entre padres e hijos adultos puede romperse. Un ejemplo común son las madres demasiado entusiastas que intentan poner límites en la vida de sus hijos adultos, especialmente los hombres. Ninguna novia es suficientemente buena, ninguna novia es suficientemente buena, ninguna novia es suficientemente buena para limpiar o cocinar para ellos. Por supuesto, ninguna novia es una buena madre para los hijos de su hijo. En las pocas ocasiones en que esto ocurre, el hijo adulto se dice a sí mismo que de algún modo lo superará, que todo acabará con el tiempo. Pero, por el contrario, esas madres no pierden ni una sola oportunidad de intentar encajar a sus hijos en sus vidas.24]
En la mayoría de los casos, el trasfondo del fin de las relaciones entre los padres es que ambas partes son incapaces de llegar a un acuerdo de ningún tipo. Existen disputas antiguas y prolongadas que ninguna de las partes es capaz de resolver de ninguna manera. La falta de voluntad por ambas partes para resolver la cuestión suele dar lugar a dificultades que se agravan y, finalmente, al deseo de romper el contacto por completo. A veces, además, los padres dan prioridad a la nueva pareja y los hijos pasan a un segundo plano. No es de extrañar que en muchos casos las relaciones con los padres no funcionen. Sin embargo, es importante considerar si esto se debe en gran medida a la responsabilidad parental.